Tenes las hojas
de los verdes tan rotas,
y tus hijos
enfermos gritando.
Las mañanas se te volvieron vacías
y quedan
solo aquellos tranquilos,
que se
llevan emprestado lo nuestro,
y no devuelven
por estar vagueando,
cumbianchando.
Tenes las
paredes ya de hace tiempo,
y tus muros
siguen tan muros, bajos.
Aumentos
solo en el precio.
Desprecio , el tipo matando.
TrapRecio
de esquinas robando.
Precioso el
oso instinto,
distinto de
la revolución cantando,
que en vez
de acabar aparece,
en vez de
morir nasce y crece.
Cris-tal, tal
te estas oxidando.
En una memoria, manchado,
en un mate
verde oscuro.
En una
vieja bicicleta,
y en el
trigo tan bronceado;
se esconde
y permanece
mi amor y
mi conciencia,
de patria y
querencia,
un grito
guardado
para quien
no destruya
mi país y
mi paciencia.
Gabriela Q. Nemitz